Disculpas nuevamente, queridos lectores: el relato de hoy es espontáneo, motivado por los sentimientos y pensamientos de las últimas lunas. El pasado mes comencé un ambicioso proyecto que resultó exigir más esfuerzo del que supuse en principio. En cuanto disponga de más tiempo, lo retomaré y finalizaré. Hasta entonces, os dejo con estas líneas. Como siempre, la música es la protagonista.
Espero que sea de vuestro agrado.
"The Whirlwind/ Is it really happening...?"
"¿De verdad está ocurriendo...? ¿Así es como acaba todo...? ¿Tan simple, tan demoledor...?
Cuesta creer que todo esté sucediendo realmente y que vaya a desembocar en el Olvido. En el seno de la Nada más absoluta.
La televisión, Internet, la radio... Todos los medios lo habían estado presagiando, como si de un oscuro augurio se tratase. Augurio que la mayoría, inluído yo, nos resignábamos a tomar en serio.
En apenas medio mes, el rumor se había esparcido como una virulenta enfermedad hasta convertirse en una intranquilidad muda, a duras penas fingida. Solo unos días después, los primeros "nómadas" (como así los había denominado despectivamente la prensa sensacionalista), temerosos, habían dejado sus residencias y posesiones con el único objeto en mente de escapar. A estas alturas, paradójicamente, el que no es un "nómada" es considerado un loco, un inconsciente, un suicida. Cuán manipulables son las masas cuando cunde el pánico... Si creen que por haber seguido a su primitivo instinto de supervivencia en vez de a su raciocinio van a sobrevivir a la catástrofe, lamento decepcionarles.
Porque eso es precisamente lo que hace tan singular y único a este asunto: no hay forma de evitarlo, no hay escapatoria posible. Es un hecho tan sumamente sencillo que aceptarlo se antoja una tarea ardua, casi inabarcable. Aún a riesgo de aludir a ese tópico del cine de ciencia ficción de Hollywood: "Estamos irremediablemente condenados". Resulta irónico, ¿No?. Cientos y cientos de películas y novelas producidas por el hombre basadas en invasiones alienígenas, una nueva Edad de Hielo, el calentamiento global, una guerra de proporciones colosales... Y resulta que el desenlace es algo tan mundano y a la vez tan sobrecogedor y destructivo como lo es un torbellino.
Pero no hay nada de mundano en este fenómeno. Cuando hará unos veinte días comenzaron a informar del tamaño de las turbulencias que más tarde originarían "El Torbellino", nadie salvo los equipos de meteorología mundial le dio la más mínima importancia. Estamos hartos de asistir a seísmos, maremotos y tornados que azotan estados, países o continentes... ¿Por qué éste torbellino tendría que ser algo diferente...?
Y sin embargo, es diferente. Tan diferente, que es la mayor catástrofe de la historia. Las pocas emisoras que siguen activas a lo largo del globo han estimado que tiene un diámetro de alrededor de 350 km y que avanza a la deriva, arbitrariamente, a una velocidad de 500 km/h... y no ha detenido su infatigable avance desde que ha despertado. Prácticamente toda América ha sido literalmente borrada del mapa y la mayor parte de Asia y África ha corrido la misma suerte.
Los más devotos aseguran que es el "Diluvio Universal" de nuestra época, el castigo por los pecados de la humanidad. Otros (menos religiosas y no por ello menos ignorantes), simplemente lo achacan a que es una consecuencia del efecto invernadero... Yo, acérrimo seguidor de Ockham, he apostado por una alternativa más simple y suficiente: Es el Fin y como tal, hay que aceptarlo. No es algo que pueda solucionarse rezando o corriendo. De nada sirve escapar al otro confín del mundo si, más tarde o más temprano, "El Torbellino" acudirá para dar caza a los pocos fugitivos que sigan con vida. No hay un lugar seguro. No hay donde esconderse. Por eso permanezco en mi casa: estoy tan convencido del inexorable destino que nos aguarda a todos, que estoy dispuesto a recibirlo en el mismo umbral de mi hogar. Tampoco tengo qué perder ni echar en falta: No me queda nada que "El Torbellinó" me pueda arrebatar salvo la vida y cuando a uno ya no le importa ni siquiera dar la vida, el mismo concepto de "vida" pierde todo su significado. No tengo a nadie, mi existencia está vacía y a merced de un apocalíptico torbellino que nos está barriendo, como si fuésemos míseras motas de polvo. Pensándolo fríamente, probablemente no seamos más que desechable polvo.
En cierto modo, he de confesar que llevo esperando "El Torbellino" desde hace mucho, mucho tiempo. Me refiero a un fin seco, rápido, indoloro. Quizás deba ser así, quizás esto no es más que el producto de otra imposición del destino... Lo tengo asumido. Donde "El Torbellino" está sembrando la devastación, puede que para mí, (egoísta de mí) no sea sino el comienzo de algo mejor y más hermoso... Voy a asistir al Fin, y eso es en parte, por desolador que pueda sonar, un privilegio por el que muchos en la Antiguedad habrían estado dispuestos a pagar. Formo parte de la historia: Del Fin de la historia. Formo parte de los miligramos de tinta que, unidos, forman el punto y final de nuestro mundo, de nuestra civilización, de nuestro legado, que muere con nosotros.
En cierto modo, he de confesar que llevo esperando "El Torbellino" desde hace mucho, mucho tiempo. Me refiero a un fin seco, rápido, indoloro. Quizás deba ser así, quizás esto no es más que el producto de otra imposición del destino... Lo tengo asumido. Donde "El Torbellino" está sembrando la devastación, puede que para mí, (egoísta de mí) no sea sino el comienzo de algo mejor y más hermoso... Voy a asistir al Fin, y eso es en parte, por desolador que pueda sonar, un privilegio por el que muchos en la Antiguedad habrían estado dispuestos a pagar. Formo parte de la historia: Del Fin de la historia. Formo parte de los miligramos de tinta que, unidos, forman el punto y final de nuestro mundo, de nuestra civilización, de nuestro legado, que muere con nosotros.
En ese preciso momento, Drake, mi pastor alemán comienza a ladrar enfurecidamente, observo como se le eriza el lomo y sus orejas se afilan súbitamente como activadas por un resorte invisible. Un sudor gélido me recorre la espalda. Tan embriagado estaba con mis cavilaciones, que no he prestado atención al silbido lejano (ahora alarmantemente próximo) que ha ido ganando en intensidad y violencia con el paso de los segundos hasta convertirse en el rugido de una implacable bestia.
Ya está aquí.
Ya está aquí.
La casa cruje hasta sus cimientos: un pilar de carga comienza a resquebrajarse con un atronador sonido. Los cuadros se precipitan, el suelo tiembla, los cristales estallan en mil fragmentos. No hay a dónde agarrarse, o con qué protegerse. "El Torbellino" juega malévolamente. En el exterior, lo que queda de las casas vecinas flota como burbujas de jabón. Las farolas arrancadas de raíz bailan al son de la fuerza centrífuga. Con un terror indescriptible contemplo como el tejado de mi propia casa es arrancadocon pasmosa facilidad, como si de la cáscara de una nuez se tratase . Cuando miro al cielo y sólo veo la negra masa incorpórea girar y girar en una danza macabra e hipnótica, confirmo mis sospechas: No hay forma de salir con vida de ésto. Drake asciende y le pierdo de vista en mitad del caos al que asisto. Como si mostrase un ápice compasión por mí, la corriente me eleva con ruda gentileza hasta que observo en primicia el ojo del mismísimo huracán: es un espectáculo por el que merece la pena morir, pienso maravillado. Un segundo después, mi cuerpo es despedazado por la arrolladora fuerza y mi existencia termina donde una vez empezó: en el seno de la Nada más absoluta."
"El mundo flotante, es también un infierno.
En el mundo flotante, reinan también las tinieblas.
...O eso dice, entre risas, un criminal"