"(...) Y ahora dime… ¿Qué ha sido de ti en los últimos 19 años...?
Como si le ayudase a ordenar sus propios pensamientos, Elaine se ajustó el gorro de lana color ocre que cubría su cabeza. Apuró la vitae y rellenó la copa. Realmente parecía hambrienta... O atormentada: No pude descifrarlo a tiempo.
-Tras los sucesos en Alemania, seguí tu consejo y Adler y yo
emprendimos el viaje hasta Florencia, donde estuvimos por cuatro largos años…
-¿El Príncipe de la Toscana llegó a recibir mi
petición…?-Supe la respuesta en cuanto Ele desvió sus ojos de vidrio de los míos.
-... Aunque te tomaste muchas molestias para borrar todas
nuestras huellas y para mantenernos a Adler y a mí bajo la protección del
Príncipe, para cuando llegamos a Italia, Giotto Bellardi, Príncipe de la
Toscana, ya estaba al tanto de nuestros actos.
La revelación golpeó con demasiada fuerza en mis entrañas muertas.
-El Príncipe fingió recibirnos como huéspedes con los brazos
abiertos, pero cuando nos tuvo en sus garras…-Ele se interrumpió a sí misma.
Deseé poder decir algo en aquel instante. Una parte de mí necesitaba saber... Pero la otra mitad de mi ser ya era consciente de que la verdad únicamente me aportaría un dolor inimaginable. Acaeció un silencio tácito entre ambos. Estaba tan sobrecogido por la congoja que sólo fui capaz de articular una palabra:
-¿Adler…?
El pesaroso asentimiento de Ele acabó por confirmar mis más
oscuras sospechas.
-Elaine… Yo… Creía que con el Príncipe estaríais a salvo…
Yo…
-Nos encerraron, interrogaron y torturaron-prosiguió Ele con
la voz temblorosa, haciendo añicos mi titubeo. -Bellardi sabía quiénes éramos y lo que
habíamos hecho. También sabía que el "Herr" había engendrado tres vástagos:
Adler, tú y yo. Sabía que yo sería capaz de resistir la tortura pero dudé de
la fortaleza de Adler... Encontró la muerte definitiva con honor. No
dijo ni una palabra acerca de ti. Debes estar orgulloso de él, Vincemt. Y
agradecido: Si el Príncipe llega a obtener una pista de tu paradero,
probablemente ahora no estaríamos teniendo esta conversación.
No podía creer lo que estaba escuchando. La
noticia de que mi hermano de sangre había sido erradicado protegiéndome, cuando
debía de haber sido al revés, me hizo desear por primera vez en mi no-vida ser
un mortal mundano para poder llorar su pérdida. Desgraciadamente, ni una lágrima fue derramada por mis ojos. Desde que nuestros caminos se habían
separado en Alemania casi dos décadas atrás, me había mentalizado, día tras día, noche tras noche,de que aquella bien podía ser la última vez que nos veríamos los tres. Un
profundo dolor me apuñaló el alma al asumir que no volvería a reunirme con el
que había sido mi hermano durante años, décadas, centurias… Traté de contener
mi ira y de mantener el control en lo que resultó ser un ejercicio de voluntad
inconmensurable. Ya habría tiempo para lamentar el fin de Adler. Y de vengarlo.
Sobretodo de vengarlo.
Como un relámpago hendiendo el firmamento, el silencio volvió a apoderarse de nuestras voces, acallándolas durante lo que pareció una infinidad. Esperé, paciente, a que Ele
se recompusiese de la narración de sus traumáticas experiencias:
-Tras cuatro años de presidio, sufrimiento y lucha, se me presentó una
oportunidad que aproveché para escapar del Príncipe y de sus malnacidos lacayos.
Viajé sin rumbo fijo durante largo tiempo, hasta que logré internarme en Rusia,... Pero incluso allí, lejos de la influencia de Bellardi, me aguardaban más dificultades...
La sangre fluyó por mi gaznate, calmando parcialmente el tormento que me atenazaba en cuerpo y mente:
-¿Lograste despistar a los secuaces de Bellardi…?-Imaginar
una proeza así se me antojaba difícil contando con ayuda e imposible sólo para
Ele. El Príncipe de la Toscana era uno de los más poderosos y respetados de
toda Europa y no en vano era uno de los vampiros de más antigua generación del
panorama político del viejo continente.
-Aprendí a hacerme
pasar por una mortal con bastante eficacia.-A su comentario le sucedió una inconsciente
mirada al gin-tonic desplazado.-Por otro lado, supe moverme por los círculos
más propicios con el fin de subsistir y pasar desapercibida. En varias
ocasiones, los espías de Bellardi dieron con mi escondite, pero me ocupé personalmente de
silenciar todo indicio de sospecha.
Su felina sonrisa y sus afilados ojos me transmitieron aún
más que sus palabras.
-... ¿A cuántos eliminaste…?
Aún a pesar de la neutralidad del volumen de mi voz, Ele
advirtió la severidad en mis tono, por lo que no tardó en adoptar una
actitud defensiva:
-¿Acaso importa…? Iba a morir, Vince. Me refiero a morir
para siempre. Desaparecer. Ser erradicada. Como... Como Adler. ¿Crees que temía el peso de la Ley
vampírica estando a las puertas de la extinción? ¿Crees que pensé en normas y
protocolos en detrimento de mi supervivencia?
Fruncí el ceño y mis ojos se inflamaron de rabia. Era obvio
que por muchos años que transcurriesen, la ideología y visión del mundo
personal de cada uno de nosotros iba a continuar siendo como agua y aceite. Siempre había sido así.
-La Mascarada prohíbe expresamente eliminar a uno de
nuestros congéneres salvo que no quede otro remedio, Elaine… ¿Piensas degollar
a todo aquel que se te oponga? ¿De veras crees que es la solución para todo?
Existen otros métodos que de sobra deberías conocer a estas alturas para…
-La Mascarada ya no significa nada para nosotros, Vincent.
Nada nos vincula a ella. Es un código que ya no tenemos derecho a cuestionar y
por tanto tampoco tenemos por qué acatarlo. La Camarilla nos ha dado la
espalda, nos ha tachado de traidores y nos persigue para darnos caza. ¿Y tú
piensas defender esos ideales y a esa sociedad? Para ellos, no estar con la
Camarilla es estar contra la Camarilla. Asúmelo de una maldita vez.
Una de las muchas aptitudes de Elaine era la de transformar
las palabras en dagas que 19 años no
habían conseguido desafilar ni un ápice. Es más, casi parecían haber logrado el
efecto opuesto, dadas las duras experiencias que había atravesado
recientemente. Recientemente, claro está, para un inmortal.
Si la conocía bien, (y así era), continuar hablando de la
Camarilla solo agravaría las cosas y no nos habíamos reunido tras 19 años y mil vicisitudes para discutir acaloradamente. Me coloqué bien
un mechón indisciplinado y exhalé un profundo suspiro tratando de dar por
acabado el tema. Ella pareció captar la indirecta al proseguir con su historia:
-En Rusia me vi envuelta en toda una batida de la Sociedad
de Leopoldo, concretamente en la ciudad de Kingisepp. ¿Te suena algo de lo que
hablo…?
-¿Una batida…?
-Toda una manada de licántropos en Kingisepp. Los muy
estúpidos pensaron que emigrar en grupo les serviría de protección… Y todo lo que consiguieron fue atraer
sospechas y la intervención de la Sociedad.-
-No había escuchado ni un rumor de esto…
-No me extraña-cruzó sensualmente sus largas y delicadas
piernas.-La Sociedad de Leopoldo encubrió todo con la máxima discreción y no se
filtró información alguna del caso. Es triste admitirlo, pero los colectivos de
los mortales funcionan mucho mejor que los de nosotros los vampiros, ¿No
crees?-Su sonrisa destilaba altas dosis de sarcasmo.
-¿A quiénes mutilaste antes en esta ocasión, a los mortales
o a los lobos?-Me consideraba un ser frío, calculador y paciente, pero encontraba
particularmente difícil no seguirle el juego a Ele una vez iniciado.
-Desgraciadamente a ninguno, Vince. La situación era demasiado arriesgada como para tomar parte en ella activamente. Sin
embargo, tuve que volver a ocultarme. Tanto de unos como de otros y… No fue
fácil. Nada fácil.
El pesar volvió a protagonizar la expresión de sus hermosos
rasgos. Llené su copa y la mía con tal de facilitar la conversación y llamé al
garçon para que nos trajese otra botella y se llevase la vacía. Sé que ambos agradecimos el nuevo y breve
silencio.
-Tras el suceso en Kingisepp, dejé Rusia y viajé por toda Francia, hasta que me he asentado aquí, en París, donde por fin he
encontrado la tranquilidad que tanto ansiaba…
-Supongo que eso explica tu nuevo look… Muy parisino sin duda… Te sienta bien.-Sonreí,
tratando de suavizar el tenso ambiente.
-Todo es poco con tal de parecer una mortal más. Pero
agradezco el cumplido, Vince… ¿Qué hay de tí? En esencia te he contado lo más
relevante de estos últimos 19 años… Aunque de forma un tanto resumida, debo admitirlo.
Observé mi reflejo en la vitae con parsimonia, ordené
meticulosamente mis vivencias más transcendentales y me dispuse a relatar.
-Tras asesinar a Pad… al “Herr”, os envié a ti… Y a Adler-mi voz se apagó como una vela al
viento inconscientemente-Te imploro perdón, Ele. A ti y a Adler. Por confiar en un enemigo y
por haberos expuesto. Soy el único responsable de la muerte de Adler. Tendría
que haber…
-Hiciste lo que creíste mejor para nosotros, Vince.-La
glacial caricia de Elaine en mi mejilla me sorprendió.-Trataste de protegernos.
Te enfrentaste personalmente al “Herr” y nos salvaste de la extinción. Tampoco
disponíamos de tiempo suficiente como para sopesar cuán buenas eran las
alternativas… Nos diste una oportunidad. Te sacrificaste por nosotros. La
verdad… Hasta hace dos meses, cuando por fin lograste localizarme y contactar
conmigo, para mí has estado muerto durante estos últimos 19 años…
Pero, sin embargo, estamos vivos.-Besó mi mano con dulzura.-Podría haber sido mucho peor, Vince.
No te martirices por ello… Si de algo eres responsable, es de que yo siga viva.
Atendí a sus palabras. Nada de lo que había dicho era
mentira. En el pasado, en pro de proteger a mis hermanos del castigo eterno, había
tenido que matar en sangriento encuentro a mi propio padre, a nuestro creador, a
nuestro sire, a nuestro “Herr”, como le gustaba que le llamásemos. La Mascarada
habría caído sobre los tres con todo el peso de la ley por un delito que habíamos
estado obligados a cometer para mantenernos con vida de no ser por mis actos.
Tras incinerar y enterrar los restos de nuestro “Herr”, logré poner a mis
hermanos bajo la supuesta hospitalidad del Príncipe de la Toscana mientras yo
huía, fugitivo del crimen que yo mismo había perpetrado para salvarnos de
Padre. Desgraciadamente, mi error fue ver en Giotto Bellardi un camarada, en
lugar de la serpiente traicionera que había resultado ser.
-Tras asesinar al “Herr”-repetí con renovadas energías.-Y deshacerme
de sus restos y de la mansión, huí hacia Austria, dejando una estela
incriminatoria para atraer la atención de la Camarilla al tiempo que la
desviaba de Italia y, por ende, de vosotros. Tuve que matar a sangre fría a más
mortales de los imprescindibles y de forma grotesca y descuidada: Mi plan era
el de hacerme pasar por un neófito hambriento e incontrolable al que la
Camarada tuviera que dar caza. Y, como era de esperar, los lobos no tardaron
en acechar a la liebre.
No sabría decirte cuántos fueron. Al principio mandaron grupos
de ghouls para resolver al problema. Les siguieron vampiros jóvenes,
impacientes e inexpertos. Finalmente
cayeron sobre mí inmortales poderosos y hábiles: auténticos maestros del
asesinato de los traidores al código vampírico. Subestimé la situación y ésta
me superó en más ocasiones de las esperadas. No obstante, logré preservar mi
vida y silenciarlos.
Los ojos de Ele relucieron enfurecidos y para cuando reparé
en su mirada fue demasiado tarde:
-¿Y el tuyo si era un buen pretexto para matarlos? ¿Tú, el
defensor a ultranza de la Mascarada? ¿El que sigue lo dictado por leyes
antiguas, absurdas y obsoletas que de nada sirven en estos tiempos? ¿Mi vida
estaba en juego y tú has osado echarme un sermón de ética y moralidad? ¿Quién
te crees que eres, eh? ¿El Herr? ¿Acaso estás siguiendo sus pasos…? Vete a la
mierda Vincent, eres un hipócrita y un…
El violento estallido de la copa en mi propia mano la hizo enmudecer sin necesidad de hablar. Mi gélida mirada estaba fija en la suya, desconcertada por la súbita violencia de mi gesto.
-No les maté.-iba diciendo a medida que me extraía los
fragmentos de cristal de la mano.-He dicho que
les silencié. Hice lo que cualquier vampiro experimentado e inteligente
habría hecho, lo que se supone que una bicentenaria como tú debería haber hecho
con sus víctimas: arrancarles ojos, lengua y oídos. En otras palabras,
incapacitarlos. Esos siervos a la Mascarada estaban haciendo su trabajo y no
merecían la extinción. La extinción es definitiva, total. Es la última
instancia, y por eso es castigada con fuego. Eres impulsiva, directa y bruta.
¿Es que no has aprendido nada…?
Nuestras palabras y nuestros gestos estaban imbuidos en
reproche, pero a diferencia del resto de mortales, habíamos aprendido a
discutir sin alzar el tono de voz para no llamar la atención, una técnica muy
eficiente... Pero aún distante de la perfección.
-¡Señor Hainer! Cielos… ¿Está bien?
Pude controlar a la bestia en mi interior a tiempo, antes de que el garçon acudiera a nuestra mesa, obviamente
contrariado por el estropicio. Comenzó a secar la sangre de mi mano con una servilleta
húmeda y a apilar los fragmentos de lo que quedaba de la copa.
-Me escuece un poco.-Fingí una mueca de dolor cada vez que
me pasaba el paño por los dedos.-Pero es suficiente, garçon. Siento lo de la
copa.-Esbocé la que intuyo fue una radiante sonrisa con tal de suavizar el
ambiente.-¿Tendrías la amabilidad de traerme otra?
Con el mismo paso apresurado con el que había acudido,
corrió a la cocina y a la vuelta me plantó un nuevo e inmaculado recipiente.
Ele me sonrió maliciosamente en cuanto volvimos a quedarnos desatendidos:
-Tienes que estar ciego si aún no te has fijado en que ese garçon se derrite cada vez que le pones una de tus sonrisitas.-me dijo con un insinuante
movimiento de labios carmesíes. No se le escapaba una.-No te ha
quitado ojo desde que has entrado en “Le
Psyence”. Le romperás el corazón…
Reímos sonoramente ante el comentario, volviendo a enterrar el
hacha de guerra. Comenzaba a recordar que con Ele las cosas siempre habían sido
así: una de cal y otra de arena. También comenzaba a recordar cuánto me había gustado ese equilibrio desde siempre. Me aclaré la garganta antes de retomar el hilo:
-Conseguí llegar a Viena, pero en condiciones lamentables.
El último tramo opté por hacerlo en tren nocturno, donde fui emboscado por dos miembros
de la Camarilla.
Tras una encarnizada pelea, conseguí silenciar a mis
perseguidores… pero acabé muy maltrecho.
Deambulé por Viena, al borde de expirar a consecuencia de mis heridas o
del inminente amanecer. Pero entonces ella se compadeció de mí y me mantuvo a
salvo en su hogar. Me salvó la vida. A cambio de nada. Los mortales... Son capaces de efectuar los más nefastos actos y los más inesperados milagros, ¿No te parece...?
Advertí la curiosidad en Ele antes siquiera de que formulase
la pregunta:
-¿Ella…?
-... Dana."Glosario:
-Vitae: Para los vampiros, la "esencia de la vida", la sangre, el más placentero de los néctares. Es la base de su poder y lo que les confiere el don (o maldición, según se mire) de la inmortalidad.
-Príncipe: Título vampírico otorgado a inmortales de gran poder, renombre y, por lo general, antigüedad. El Príncipe es la máxima autoridad política y legislativa de su dominio.
-Herr (del alemán): Literalmente, "El Señor", . En nuestra historia, es el sire de Vincent, Elaine y Adler.
-La Mascarada: La ley vampírica absoluta por la que se rige la mayor parte de la población inmortal. Se basa en el concepto de infiltrarse en la sociedad humana bajo una envoltura e identidad mortal con el fin de no poner en peligro la existencia de los vampiros a la vez que se alimentan de los humanos. Los vampiros usan a su costa la superstición y la mitología para que los mortales consideren el asunto "pura patraña" y se valen de este halo de desconocimiento. Es un código estricto y que, de ser violado, se castiga con la extinción.
-La Camarilla: La facción vampírica que sigue (en mayor o menor medida) los preceptos de la Mascarada para que el "espectáculo de todas las noches no llegue a su fin". La Camarilla es un colectivo difuso y heterogéneo, que en ocasiones compite más que coopera por la supervivencia de la raza inmortal.
-La Sociedad de Leopoldo: Organización sectaria principalmente compuesta por siervos de la Iglesia Católica que es, en cierto modo, conocedora de la existencia de lo vampiros y de "seres y sucesos de orden sobrenatural". Sus miembros velan por la Humanidad y se enfrentan a lo que para ellos son "las fuerzas del Mal encarnado". En ocasiones, su reputación y sus métodos han resultado más propios de aquello a lo que se enfrentan que de lo que dicen representar.
-Sire: Creador del vástago o "chiquillo" vampírico. La Mascarada vigila con lupa la creación de nuevos vampiros, pues sabe que transformar a un humano en un inmortal es un asunto delicado y que un sólo paso en falso puede condenar a toda la estirpe. Una vez engendrado, el Sire es responsable absoluto del chiquillo y el encargado de aleccionarlo y prepararlo para su nueva condición de no-vida.
-Neófito: Vampiros recién convertidos. Exhiben capacidades físicas superiores incluso a las de los vampiros convencionales, pero debido a que su control de la Bestia interna es reducido, tienden a "cegarse", a perder la capacidad de raciocinio o a dejarse llevar por sus instintos más primarios, tales como una mayor sed de vitae o el placer por el asesinato.
-Ghouls: Mortales a los que un vampiro alimenta con su propia sangre, lo que genera una obediencia casi devota de los primeros por los segundos. Los ghouls adquieren algunos de los dones vampíricos al beber la sangre, pero estas capacidades nunca llegan a alcanzar unos niveles "extraordinarios" y se ven mermadas con el tiempo si no vuelven a ser alimentados.
"No hay pecado sin culpa.
No hay culpa sin pecado.
Un mar de gente hastiada en la noche helada."
La leche cómo engancha. Síguelo ya. O mejor, hazme una partida de La mascarada pa mí solo, jajaja.
ResponderEliminarNo, en serio.
No es broma.
Piénsatelo.
Opino lo mismo que Rafael, qué pasada.
ResponderEliminarEstoy deseando leer lo que sigue :)